La
figura del laico católico y su posición en la Iglesia se han destacado
de un modo cada vez más intenso en los últimos años. Hoy ya no se trata
tan sólo de asegurar que el laico sea
eficaz dentro del ámbito eclesial tal como esta delimitado por las leyes
canónicas, sino sobre todo de conseguir que a trabes de los laicos la Iglesia llegue a hacerse
presente en el acontecer de España.
Esto
significa, entre otras cosas, hacerse con el “estar en el mundo” ¿que
caracteriza al laico? Tomar conciencia
de los caminos viables y otorgar el
orden temporal. Una comprensión deficiente de las actividades temporales podría
tener el resultado falaz de aceptar teóricamente la consecratio mundi, y de titubear a la hora de ponerla en práctica.
Tal
postura se revela en mirar con recelo a los laicos comprometidos en las cosas
temporales, en querer descubrir en su engagement un compromiso peligroso para la Iglesia , en el deseo de
revocarlos olvidando entonces que son libres y que no se les puede manipular.
Mientras que la teología de laicado exige que el laico saque las castañas del
fuego, un cristiano timorato y falta de fe, podría llegar a decir; de acuerdo,
pero que no toquen las castañas no sea que se queme los dedos. Otro peligro
consiste en que, con frecuencia, nos dejamos impresionar de tal manera por la
brillante labor llevada a cabo por católicos que ocupan altos cargos públicos,
que perdemos de vista el valor redentor de la tarea cotidiana e inadvertida que
tantos católicos desempeñan en una profesión cualquiera.
Esta
son precisiones que han de ser anticipadas en todas discusiones sobre la
situación profesional del laico, Y como todos ellos saben que solo se puede
agradar al Señor bajo el imperio de la libertad autentica, aman y respetan la
libertad de los demás. Cada laico es libre en su trabajo, pero todos viven el espíritus
común aprobado por la Iglesia ,
El mayor número de ellos, fundan familias cristianas. También han sido formados
y se dedican sobre todo, aunque no exclusivamente a la atención de los demás.
Lo
que llama la atención en los laicos es
su rápida extensión y la continuidad de la labor, en la multiplicidad de tareas
que, como tal llevan a cabo; se aprovechan todas las oportunidades imaginables,
desde una campaña contra el analfabetismo, hasta la educación de la mujer en
zonas donde existe el analfabetismo; desde la formación especifica de obreros y campesinos, hasta la
formación universitaria. Y la ocupación de cargos políticos.
Este
camino de santificación a trabes del trabajo ordinario hoy en día se ha
extendido por todos los rincones, de España sin embargo ha surgido con el florecimiento de la espiritualidad laical.
¿En
qué consiste este camino nuevo? Hombres y mujeres se ponen en manos de Dios en
ofrecimiento personal. Esto les concierne primordialmente a ellos y a Dios. Es
cierto que la entrega debe reflejarse exteriormente en el. El buen olor de
Cristo del que habla San Pablo, pero no a trabes de distintivos que les hagan
diferenciarse de otros laicos. Son laicos como todos los demás, o sea personas
que viven y trabajan con toda naturalidad. Hacen uso de los vienes terrenos,
pero con aquel espíritu de templanza y
de autentica pobreza que hace tan atrayente el mensaje de Cristo, aman
su trabajo y lo consideran parte integrante de su vocación.
Buscan
la plenitud de la vida cristiana y hacen apostatado de un modo adecuado a los
laicos. Cada cual ejerce la profesión que ha elegido. Vive de ella; y se vuelca
en darle a su trabajo, un sentido sobrenatural y ejemplar. Es esta una tarea
que desde la secularización de la
Sociedad y el comienzo de la era técnico-industrial quizás
haya pasado invertida a algunos católicos; una tarea que, a veces se
consideraba incluso como un impedimento para la piedad.
En
una palabra, se trata de ofrecer a los españoles una repuesta cristiana, la del
servicio a Dios y al prójimo. Los talentos recibidos deben multiplicarse, la
respuesta a la exigencia de actuación cristiana en España entera debe ser, al
mismo tiempo, espiritual entre los hombres y las mujeres, laicos, de todos los
sectores de la Sociedad.
Málaga
08 de febrero del 2016
Antonio
Hurtado Moya