Por darle el gustazo a unos cuantos amigos que me han pedido su publicación, vuelvo a publicar, recuerdos y vivencias que recuerdo con mucho cariño durante los nueve años al servicio de Don José María Peman y Pemartin, y que a mi siempre han dejado una huella que jamás olvidare.
La amistad para el Sr. Peman era como algo que sin ella no sabría vivir. El diccionario enciclopédico define que amistad es afecto entre personas, puro y desinteresado que nace y se fortalece con el trato; y eso es lo que cultivo durante su vida don José María Peman. El hombre que se le considero poeta, articulista, novelista conferenciante, y tantas cosas mas, era por encima de todo, humano cien por cien. Su vida diaria, humilde y su sencillez lo avalaba; su forma de actuar dieron prueba de esa gran humanidad. Su diario vivir y compartir su amistad con el personal que tenia a su servicio, como con toda persona con quien tenia relación o trato, fueron las virtudes que llevo siempre a gala y que los que lo conocieron saben de ello. Yo fui su ayuda de cámara y su conductor, durante mas de nueve años, puedo garantizar que el Sr. Peman fue siempre un amigo humano, mas que jefe, que valoraba muy positivamente la amistad, que el mismo ofrecía y repartía entre los de su alrededor o entre los que se le acercaban. Amistad que daba a jóvenes y mayores universitarios como a trabajadores, en una palabra a todos. A pesar del mucho trabajo literario que tenia, cuando se arreglaba la blanca cabeza con el peluquero que le cuidaba sus cabellos. Charlaba y contestaba todo lo que le preguntaba. Cuando salíamos camino de la parroquia a la misa diaria, por el camino le saludaban, el guarda coches, el barrendero o la señora que salía de la peluquería, el tenia una respuesta amable y cariñosa para todos.
El Sr. Peman tenia por costumbre ir al cine casi todos los días, nos desplazábamos en un Citroën, un dos caballos, que se utilizaba para los desplazamientos por la población, para distancias largas teníamos un mercedes. Lo primero que hacia era pedirme que le cambiara unas monedas, le gustaba llevar monedas de cincuenta pesetas, cuando llegábamos al cine el acomodador como el portero nos esperaban con alegría, los saludaba y les obsequiaba con una moneda de cincuenta a cada uno, después de preguntarle por los hijos y charlar de temas del carnaval o de cualquier tema que ellos le preguntaran. El los atendía con sus elocuentes palabras. La butaca del cine constaba 25 pesetas, las dos entradas la de él y la mía nos costaba 50 pesetas y de propina daba ciento cincuenta. Pesetas. Rebosaba de humanidad.
De todas las clases sociales le buscaban para solicitar su colaboración, igual grandes periodistas, que modestos folletos que empezaban: lo mismo le pedían conferencias que un grupo de teatro o una peña carnavalesca. Su puerta no estaba cerrada para nadie, personas, que pedían una carta de recomendación, una señora que no tenia para pagar la renta de la casa, un señor para comprar el billete del autobús, tantos y tantos que complacía con entusiasmo y alegría.
Don José María Peman, fue un hombre que se preocupaba del pueblo, distraído, parecía que no veía ni se enteraba de nada, pero no se le escapaba ni un detalle, se preocupaba del más elemental detalle de sus empleados o de su entorno. Un día que se celebraba una comida muy importante en casa, todo el personal estaba nervioso, querían que todo saliera bien, se puso una bajilla de china de un valor incalculable, propia para la ocasión, pero la fatalidad y los nervios, a una de las chicas que servían la mesa se resbalo y se le callo la sopera, una sopera que valía un dineral. Al día siguiente, esta chica fue a verlo a la biblioteca donde se sentaba a escribir, para decirle cuanto sentía lo ocurrido, pero el Sr. Peman, la miraba y la escuchaba muy serio, cuando esta termino, mordiendo la patilla de las gafas como tenia por costumbre, le dijo, hija para encontrad una chica como tu, no me serviría el dinero, pero para comprar otra sopera todavía me queda dinero, vuelve a tu trabajo y no te preocupes. La joven emocionada, solo le pudo decir “es usted un santo Señorito “El testimonio de toda ello esta, en su casa-museo, sita en la plaza de San Antonio de Cádiz, se puede apreciar las cantidades de medallas de oro, insignias de oro, y demás diplomas; las estanterías y vitrinas recogen todas las distinciones que son testigos notariales de una vida, popular y humana junto a su pueblo y sus gentes. Peman estuvo entre las gentes humildes, como humilde fue en su vida, a pesar de sus riquezas, todo el mundo lo quería y respetaba y lo demostró aquel día del mes de julio, cuando en su ultimo paseo por Cádiz el pueblo le tributo una manifestación sincera de afecto y de cariño diciéndole adiós, al hombre mas humano y bueno que piso nuestra Andalucía.
Un Viaje a la Rábida
Así que salimos para la Rábida, el Señor Peman detrás leyendo y Daniel el nieto para observando si cometía algún fallo para quitarme el vehículo, pero todo fue bien, un viaje cómodo y muy tranquilo, incluso después de la conferencia se me acerco uno de los asistente a la conferencia y me dio la mano y me dijo: ¿muchacho cuídalo es un gran hombre, tanto que hasta sus enemigos políticos le queremos y le tenemos un gran respeto? Gracias Señor, muchas gracias, yo no sabía que decir, me temblaban las piernas, nuca había estado entre tantas personas importantes. Cuando llegamos a Cádiz de regreso, yo encerré el vehículo en el garaje y le quite el polvo para el día siguiente tenerlo preparado, al cerrar las luces una de las chicas de servicio, me llamo y me dijo que la Señora quería verme, yo enseguida pensé: “me despiden, algo abre hecho mal.” Cuál fue mi sorpresa cuando la Señora me dijo: “Antonio, mañana temprano me vas a llevar a Jerez de la Frontera, vamos al economato de la bodega y de paso, para comprarte un traje, un par de camisas y unos zapatos, pues para ir con el Señor tienes que ir decentemente vestido”, me puse muy colorado y pregunte ¿Señora eso quiere decir que me contratan? Y el Señor Peman contesto entre risas claro hombre, claro, conduces muy bien, manejas el volante como Antonio el bailarín el taconeo. El nieto Daniel García Pita Peman dijo: “el único problema que tienes es que eres demasiado prudente.”
Estábamos en la finca del Cerro en Jerez de la Frontera, y me dijo que por la mañana teníamos que ir a Pozo albero a visitar al Fundador del Opus Dei, Don José María Escriba de Balaguer, llegamos acompañado de una de las hijas y un servidor, al entrar quiso que le quitara el abrigo pero yo no se lo quite, le aconseje que esperase a que estuviésemos dentro un ratito. Un sacerdote que salió ha recibirlo le dijo “lo cuidan al máximo” y respondió con la gracia y simpatía gitanísima en las mayoría de sus palabras “he estado algo fastidiado, pero intelectualmente no hay problemas lo que pasa es que me cuidan como a un buen caballo de Jerez”. Estuvieron mas de unas horas reunidas yo lo espere en la Capilla, maravillosa que tiene la casa, cuando salió nos dirigimos a una nave preparada para que el Padre diera unas charlas a las más de ciento cincuenta personas que le esperaban. Fue una experiencia inolvidable escuchar en directo a un Sacerdote que más tarde seria Santo. “San José María”.
Aeropuerto de Sevilla
Don José María había ido a una reunión urgente de la Academia de la Lengua Española, en Madrid, se marcho en avión y al regreso tenía que recogerlo en el aeropuerto de Sevilla. Su hijo José María Peman Domeg, estaba gestionando un negocio con Renfe, pues quería instalar un surtidor de gasolina en Cádiz, aprovecho el viaje y nos fuimos temprano a Sevilla. Una vez terminado lo que tenía que hacer nos dirigimos al aeropuerto con suficiente tiempo, para no aburrirnos nos pusimos a pasear por dicho aeropuerto, yo siempre llevaba una cámara fotográfica, me gustaba hacer fotografías y aprovechaba los viajes para traerme recuerdos. Pero ese día la curiosidad nos metió en casi dentro de un hangar donde estaban reparando un avión, yo haciendo fotos tan tranquilo cuando llegaron dos Guardias jurados y nos pidieron que les acompañáramos. Yo me asuste pero Don José María me dijo “no te preocupes no pasa nada yo lo aclarare y sin problemas”, pero no fue así, me pidieron la cámara y sacaron el negativo de la misma y cuando llego un señor nos pasaron a una habitación donde me preguntaron: ¿Qué hacíamos en el hangar haciendo fotos? Yo no respondí, pero Don José María le dijo: “Soy José María Peman Domeg hijo de José María Peman y estamos esperando a mi padre que viene de Madrid, lo que pasa que el conductor de mi padre es de pueblo y no ha visto nunca un avión e inocentemente se metió hasta el hangar, enseguida entre para avisarle de que no podía estar allí, no se preocupe no llevaba mala intención”. Esta disculpa basto para que nos dejaran marchar. Al salir le dije: “me ha puesto usted de tonto, ha sido usted quien ha dicho de entrar y no yo” el me contesto riéndose, “no te preocupes, de alguna forma teníamos que justificarnos, si digo que la idea era mía no nos hubieran creído y hubiésemos tenido problemas, pero al ver que ha sido un despiste tuyo y ser yo quien soy nos lo hemos quitado de encima”.
Un día de feria
Un año por la feria de Jerez, hubo una exhibición de caballos en la explanada del Depósito de Sementales de la Yeguada Militar de Jerez, en dicha exhibición asistía sus Altezas Reales, Don Juan Carlos y la Reina Doña Sofía, estábamos como costumbre en la finca de Cerro nuevo, temprano, nos fuimos en el mercedes para el recinto y estuvimos viendo dicha exhibición, una vez terminado todas las autoridades se desplazaron a las casetas de la bodega Domeg donde se dieron unas copas, como yo era su sombra me vi metido entre todos los invitados, entre los cuales había algunos nietos de Don José María, estos me invitaban a una copa de fino fresquito, con el calor que hacía yo sol vito a sol vito me la tomaba sin perder de vista al Jefe. Desde las nueve de la maña hasta casi las tres de la tarde con el calor y sin comer nada, porque de beber como era gratis sí que me daban pero de comer, nada. Cuando dijo Don José de marcharnos para la finca, y cogimos el mercedes, sin aire acondicionado, empezaron a subirme vapores y haber doble que creí que no sería capaz de llegar a la finca. Don José María Peman, se dio cuenta en seguida, él se sentaba delante junto a mí, y me decía “¿Antonio has bebido algo?, si señor unas copitas de fino que me han dado Pedro y Manolo Guerrero. “Bueno pues no te preocupes, vamos despacito y vamos ir rezando el rosario para que la virgen nos guíe, pero tú de todas formas, como veras dos o tres carreteras, coge siempre de las tres la que no se mueve y veras como llegamos” Cuando llegamos a la finca, después de rezar tres partes del rosario me baje del mercedes y me marche a mi habitación, una habitación que me había hecho dentro de la finca donde yo me traía a mi señora y mi hijo cuando veníamos al campo, no teníamos nada más que un niño, me tumbe en la cama y todo me daba vueltas, me dio por llorar y le decía a mi señora que mi hijo no me viera así, sentía vergüenza, pero lo peor fue a la tarde, cuando salió mi Jefe para que lo llevara a los toros, yo estaba en la cama devolviendo y llorando como un tonto. Mi señora le decía que no podía, que me encontraba mal, y le contó lo que estaba pasando y el entones le dijo bueno pues déjalo descansar llamare a mi hijo para que mande a alguien a recogerme, y se marcho en un taxis que vino de Jerez.
Al día siguiente, se reunió la familia en la finca, yo pensé que alguna bronca me echarían, pero todo se desarrollaba como costumbre, subí a la primera planta donde tenía el dormitorio y su despacho, le prepare el baño, lo bañe y lo vestí, las muchachas le trajeron el desayuno y cuando me iba me dijo, que me esperara, “siéntate Antonio un momento” espere sentado que la chica le pusiera el desayuno y un vez que se marcho y cerró la puerta, siguió desayunando y me miraba, yo cada vez estaba más nervioso, y al rato empezó a reírse y yo empecé a llorar de la vergüenza que sentía, me tranquilizo y me dijo como siempre con sus palabras cariñosas “ no te preocupes hijo, no eres el único que se toma una copa en feria, quédate un ratito aquí conmigo porque mis hijos están esperando que yo te eche una bronca, así que vamos a dejarlos que se lo crean, coge un libro y ponte a leer y relájate” me tuvo casi media hora sentado con él y a la media hora me dijo: “ Bien puedes marcharte que Encarnita estará preocupada al ver que tardas a desayunar, ahora sí, cuando bajes las escaleras, estarán esperándote tu pon cara de preocupado para que crean que te he reñido” gracias Señor le dije y me marche, cuando baje estaba una de las hijas esperándome, y me dijo “te ha reñido el Señor” yo le conteste si Señora y lo siento no volverá a pasar, “espero que así sea te podías haber ahorrado este disgusto si no hubieras bebido” me marche para mi habitación y se lo conté a mi mujer, la pobre lloraba de alegría, pues esperaba que me despidieran, pero fue lo contrario, desde ese día don José María y yo estábamos mas compenetrados, el me demostraba su aprecio y yo trataba de hacer las cosas con más cariño y respeto pues se lo merecía, todos olvidaron pronto lo ocurrido porque en la comida con sus hijos les dijo en los postres: “Esperó que el accidente ocurrido con Antonio lo deis por cerrado, no quiero que le digáis nada ninguno, todo lo que había que decirle se lo he dicho yo” y así fue, ninguno de los hijos me dijo nada mas del tema.
Un viaje a Ceuta
Un día como hoy, se organiza un viaje a Ceuta, don José María y tres de las hijas deciden desplazarse a Ceuta de turismo, llegamos a Algeciras y las hijas de Don José María dejan el vehículo aparcado, y embarcan andando como cualquier ciudadano; mientras que Don José María y yo, embarcamos subidos en el vehículo. Una vez en Ceuta me dirijo al Hotel las “Muralla” donde las hijas habían reservado una habitación para que Don José María descansara mientras ellas estaban de compras por el pueblo. Yo como siempre me quede con el por si necesitaba algo, así que aprovechando el día nos sentamos en la terraza a tomar el sol mientras él se entretenía leyendo la prensa y los libros que solía llevar. Cuando llego la hora de comer lo baje al comedor a la hora que las hijas habían dicho que estarían de vuelta y se comió en familia, una vez terminado don José María regreso a la habitación mientras yo colocaba las compras realizadas por las Señoras en la maleta del vehículo. Mientras esperábamos la hora de regreso, le dieron un paseo por el pueblo, y a continuación fuimos a embarcar para regresar a Algeciras. El problema surgió cuando desembarcamos en Algeciras; las señoras salieron andando por la aduana con lo puesto, pero yo, el maletero lo llevaba hasta los topes. Incluso debajo de los asientos me habían metido cacharros, regalos para los nietos. Una vez en la aduana un Guardia Civil se me acerca y me dice ¿abra la maleta?; yo, como me habían dicho digo que no llevaba nada, pero el agente insistía en que abriera la maleta, así que empecé a sudar y a mirar a la puerta haber si salía el oficial, de la Guardia Civil. Don José María seguía leyendo, tranquilamente como si no fuera con él. Ya por tercera o cuarta vez el agente un poco molesto me pidió que abriera la maleta del vehículo, en esos momentos vi acercarse al Teniente que ordeno al agente que se alejara, a continuación me hizo una marca en el parabrisas con tiza y después de saludar al Señor Peman y desearnos un buen regreso me pidió que continuara.
Entones empecé a respirar, y el Sr. Peman, me mira, y me pregunta sonriéndose. ¿Qué te pasa? ¿Que me pasa?..., si llego abrir la maleta del coche y ve todos los cacharros que las señoras habían metido, ¿Qué habría pasado? Y él me dijo riéndose, pues nada, yo hubiera dicho que esas cosas eran tuyas, ¡pero si yo no llevo nada!, no importa, lo peor que pudiera haber pasado es que te metieran en la cárcel, y si te meten a la cárcel yo ya te sacaría. ¿Tu te imaginas que yo digo que esas cosas son mías?, la que se podía haber liado, la prensa, los políticos todos se hubieran echado encima mía, y se hubiera armado un escándalo, ¿tu me hubieras salvado del escándalo? Seguro que no, pero diciendo que eran tuyas asunto arreglado. Eso no fue todo, sino que las hijas nos estaban esperando en un restaurante a las afueras de Algeciras y cuando llegamos, estaban enfadadas me decían, ¿pero qué ha pasado por que habéis tardado tanto? Y el Sr. Peman les contó lo ocurrido y todos se rieron de mi, y yo como un tonto aguantando el temporal. Pero era tan bueno que al regresar a Cádiz ya los dos solos, me hizo un regalo y me pidió perdón por el mal rato, era difícil estar molesto con él, siempre sabía como arreglar las cosas, con un gesto cariñoso y amable. Además seguro que no hubiera pasado nada porque las cosas que llevaba en el vehículo, eran juguetes y pequeños regalos, no portábamos nada de valor.
Cuando vamos al cine
El Señor Peman tenía la buena costumbre de ir todos los días a la Santa Misa y el rezo del Santo Rosario, pero también el de ir al cine cada vez que echan una buena película, o bien en Jerez de la Frontera o en Cádiz. Íbamos al cine los dos, una vez que aparcábamos el vehículo, lo normal es que en Cádiz fuéramos dando un paseo, nos acercábamos a la taquilla, y compraba dos butacas, una para él y otra para mi, costaban veinticinco peseta cada butaca; pero lo maravilloso del asunto es que al entrar en el cine al portero no le daba solo las entradas, le daba una moneda de veinticinco pesetas, al darle la mano, en seguida se acercaba el acomodador y al saludarle después de acomodarnos en la butaca le daba otras veinticinco pesetas y al ratito se acercaba el otro acomodador a saludarle y le daba otras veinticinco pesetas, se gastaba cincuenta pesetas en las butacas y setenta y cinco pesetas en propinas. Este gesto amable y generoso lo tenía con todo el mundo, en hoteles, en gasolineras, en restaurantes y en cualquier lugar que íbamos repartía generosidad y cariño a todo el mundo.
En los nueve años que he estado a su servicio no he visto a nadie que se le haya acercado para pedir algo y que se lo haya negado, a nadie. Para él no había ni ricos ni pobres, todos eran seres humanos, unos con mas y otros con menos necesidades, todos eran hijos de Dios, un día me dijo “Antonio, hijo, si tú supieras cuantas personas que abundan en dinero, escasean de cariño, te asombrarías”. A Peman, el dinero no le importaba nada, él lo que le gustaba es sentirse querido, él era feliz cuando sabía que había ayudado a alguien; compañeros del teatro, como él los llamaba, escritores que empezaban, nunca le cerró la puerta a nadie, que a su casa se acercara Un día una familia nos paro cuando veníamos de la Parroquia de San Lorenzo de Misa, andando y por la Calle Ancha, esta familia, una señora y una joven, lo saludaron y él quiso darle una limosna pero la señora le dijo: “ no Señor, no es dinero lo que necesito, es mi marido, estaba en la cárcel pero es inocente, unos compañeros le acusan de robar, pero eran ellos los que robaron, y el no pudo defenderse, y lo han metido en la cárcel. Lo peor Señor es que lo han trasladado a Madrid y allí se me muere solito.”. El Señor Peman le dijo, “dadme hija el nombre y el DNI, de tu marido y Hare lo que pueda, ¿eres creyente? Sí Señor, “pues rézale a la Santa Virgen del Rosario y veras como te ayuda”. Yo intentare hacer lo que pueda. A los cuarenta días vino el matrimonio a la plaza de San Antonio y estando yo en el garaje, me dijeron que querían darle las gracias al Señor Peman, por darle la libertad a su marido. A él no le gustaba que le dieran las gracias, decía que solo hacia lo que tenía que hacer, por eso no entendía, que quisieran darle las gracias, cuando todo, era voluntad del señor. Así que me dijo que les dijera al matrimonio, que fueran al convento de la Patrona, le pusieran una vela y rezara un rosario, si querían; en agradecimiento y por los necesitados de ayuda. Es por lo que no me cansare de decir, que Don José María fue un hombre muy humano, que todo el día tenía una respuesta para cada problema que se le presentaba, nunca decía que no a nada, y nunca decía que aquello que se presentara no tuviera arreglo, él le buscaba solución a todo, tenía una fe enorme, en las personas y la Santísima Virgen Madre del amor hermoso.
Cuando murió la Señora, María del Carmen Domeg, nos encontrábamos en Estoril en casa de Don Juan de Borbón, el hijo, José María Me llamo y me dijo lo ocurrido, para que me viniera ligero, pero al Señor Peman solo le dijeron que se encontraba mal. Durante todo el camino venimos rezando por que la Señora mejorara. Pero cuando estábamos cerca de Cádiz, me miro y me dijo. “Antonio, que pena, con todo el dinero que tengo y no he podido salvar a mi ser querido” yo solo pude decirle, Señor lo mismo se pone bien. Y él me contesto con lágrimas en los ojos, “Mis hijos no me han querido preocupar y no me han dicho la verdad, pero la Señora se ha ido al cielo, lo sé”. A continuación me pidió que parase el vehículo y los dos nos pusimos a llorar, el me abrazo llorando, pidiéndome que me tranquilizara,” la Señora esta en el Cielo, vamos a relajarnos, pues no quiero que cuando lleguemos a casa nos vean llorando”- No quería hacer sufrir a sus hijas, cuando el todo el camino vino suspirando de dolor por su Esposa. Y así fue, al entrar en la casa, se mostro como un caballero, tranquilizando a todo el mundo, llevando con fe el dolor de la pérdida de su ser mas querido dentro del corazón.
La Sopera se rompió
Esto ocurrió, uno de los muchos días que en la casa se celebraban comidas, donde asistían muchos invitados; el mozo de comedor, como las muchachas de la casa arrimaban el hombro, esos días trabaja todo el personal de servicio. Pero este día era un día especial, pues además de estar casi todas las hijas venían a comer unos cuantos Señores, entre ellos el Márquez de Loyola, el Señor Conde de los Andes y otros cuantos monárquicos mas; lo cierto es que una de las hijas dijo de poner una vajilla japonesa de un valor bastante fuera de lo común, traída directamente de china. Cuando se estaba sirviendo la mesa, todo iba muy bien, con los clásicos nervios de entre el servicio por hacerlo lo mejor que sabían para que los Señores quedaran contentos. Pero después de servir la sopa, en una sopera de lujo, ya de vuelta a la cocina una de las chicas tropezó con otra y la sopera se estrello en el suelo y se hizo añicos. Todos trataron de hacer como que no paso nada y se siguió adelante con la comida. Cuando los invitados se marcharon, yo acompañe al Señor Peman a la biblioteca, lo senté en su mesita, y le acerque el libro que me pidió, entonces entro una de las hijas como una fiera, diciéndole al Sr Peman, que tenía que despedir a la criada, porque no se podía permitir que continuara en casa después de haber roto una sopera, tan cara. El Sr. Peman escucho a la su hija como costumbre y además trato de calmarla pero como no lo conseguía, le dijo “bueno tranquila dile a la muchacha que venga y yo me ocupare de ella”. A los quince minutos, apareció la muchacha llorosa y nerviosa; cuando él la vio, le pidió que se sentará en una butaca que había al lado de donde él se ponía a leer, y a mí me dijo “Antonio sube a la cocina y tráele un tila”. Yo me marche, supuse que no quería que estuviera delante, raro en el, pues cuando yo he dicho de irme cuando ha tenido visitas o ha hablado con alguien, él no ha querido que me fuera, pero bueno, subí y le dije a la cocinera que me hiciera una tila, en esos momentos entro la Señora, y me pregunto si el Señor había despedido a la chica, yo le dije que le estaba echando un sermón y que no sabía que haría.
Cuando baje la chica seguía sentada en la butaca, le di la tila y se la tomo; pasados casi media hora don José María la miro y le dijo, ¿estas más tranquila?, si Señor contesto ella, “pues vete a tu habitación dúchate y te relajas, de camino dile a la señora que venga haberme”. La chica me miro y yo con la cabeza le dije que se fuera, esta se fue y a los diez minutos llego la Señora, “Papa ¿cuanto crees que hay que darle?, ¿le daremos también para el billete?”. Porque la chica era de un pueblo de la provincia de Cádiz. El Señor Peman, levanto la vista y le dijo: “Hija, tenemos dinero de sobra para comprar no una sopera, sino dos, pero dónde vas a encontrar a una chica como esta, trabajadora y honrada, por mucho dinero que tengamos no encontraremos otra igual, déjala, con lo que ha sufrido y llorado a pagado la sopera con creces”. La Señora como conoce al Padre moviendo la cabeza se marcho sin decir ni pío. Ese fue un gesto humanitario mas de los que cada día, disfrutaba viendo a un gran hombre, él le daba más importancia a las personas, que al dinero, no quería que nadie sufriera, es por lo que todo el personal que estábamos a su servicio nos volcábamos por atenderle y se sintiera a gusto, por el trato que nos daba, por el ejemplo de generosidad y con el cariño que ponía en todo lo que hacía, nos trataba como si fuéramos de la familia y no como criados ni personal del servicio. Para mí fue un honor el estar a su servicio y haber aprendido que por encima del dinero está el ser humano, esta la nobleza y el respeto y el cariño, tan ausente hoy en día, con una población tan politizada hemos olvidado lo primordial, la libertad, y el respeto del ser humano. Son muchas las experiencias vividas, junto a este maravilloso hombre y esa gran familia, pero la memoria ya me falla y por nada del mundo quisiera contar nada que pudiera ofender a la familia Peman y mucho menos al recuerdo de Don José María, como a él gustaba que yo lo llamara. Espero no haber molestado a nadie contando un poquito de las muchas vivencias vividas junto a tan maravilloso hombre que Dios tenga en el Cielo, tan ganado y merecido por su bondad y generosidad con todo el mundo.
Málaga 28 de octubre del 2012
Antonio Hurtado Moya