Una vez un Sacerdote estaba dando un recorrido por la Iglesia al mediodía… al
pasar por el altar decidió quedarse cerca para ver quién había venido a orar.
En ese momento se abrió la puerta; el sacerdote frunció el entrecejo al ver a
un hombre acercándose por el pasillo; el hombre estaba sin afeitarse desde hace
varios días, vestía una camisa rasgada, tenía el abrigo gastado cuyos bordes se
habían comenzado a deshilachar.
El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza,
luego se levantó y se fue. Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre
al mediodía, estaba en la Iglesia cargando una maleta… se arrodillaba
brevemente y luego volvía a salir. El Sacerdote un poco temeroso, empezó a
sospechar que se tratase de un ladrón, por lo que un día se puso en la puerta
de la Iglesia y cuando el hombre se disponía a salir le preguntó: “¿Qué haces
aquí?”.
El
hombre dijo que trabajaba cerca y tenía media hora libre para el almuerzo y
aprovechaba ese momento para orar, “sólo me quedo unos instantes, sabe, porque
la fábrica queda un poco lejos, así que sólo me arrodillo y digo: “Señor, solo
vine nuevamente para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis
pecados… no sé muy bien orar, pero pienso en Ti todos los días… así que Jesús,
este es Antonio, reportándose”.
El Sacerdote sintiéndose un tonto, le dijo al
anciano Antonio, que estaba bien y que era bienvenido a la Iglesia cuando
quisiera. El Sacerdote se arrodilló ante el altar, sintió derretirse su corazón
con el gran calor del amor y encontró a JESÚS, mientras lágrimas corrían por
sus mejillas; en su corazón repetía la plegaría de Antonio:
“SÓLO VINE PARA DECIRTE, SEÑOR, CUÁN FELIZ FUI
DESDE QUE TE ENCONTRÉ A TRAVÉS DE MIS SEMEJANTES Y ME LIBERASTE DE MIS PECADOS…
NO SÉ MUY BIEN COMO ORAR, PERO PIENSO EN TI TODOS LOS DÍAS… ASÍ QUE, JESÚS, SOY
YO REPORTÁNDOME”.
Cierto día el Sacerdote notó que el viejo Antonio, no había venido. Los
días siguieron pasando sin que Antonio, volviese para orar. Continuaba ausente,
por lo que el Sacerdote comenzó a preocuparse, hasta que un día fue a la
fábrica a preguntar por él; allí le dijeron que él estaba enfermo, que pese a
que los médicos estaban muy preocupados por su estado, todavía creían que tenía
oportunidad de sobrevivir.
La semana que el anciano Antonio, estuvo en el
hospital trajo muchos cambios, él sonreía todo el tiempo y su alegría era
contagiosa. La enfermera jefe no podía entender por qué Antonio, estaba tan
feliz, ya que nunca había recibido ni flores, ni tarjetas, ni visitas. El
sacerdote se acercó al lecho de Antonio, con la enfermera y ésta le dijo,
mientras Antonio, escuchaba: “Ningún amigo ha venido a visitarlo, él no tiene a
dónde recurrir”.
Sorprendido el anciano Antonio, dijo con una
sonrisa: “La enfermera está equivocada… pero ella no puede saber que TODOS LOS
DÍAS, desde que llegué aquí, a MEDIODÍA, UN QUERIDO AMIGO MÍO VIENE, SE SIENTA
AQUÍ EN LA CAMA, ME AGARRA DE LAS MANOS, SE INCLINA SOBRE MI Y ME DICE: “SÓLO
VINE PARA DECIRTE, AMIGO ANTONIO, CUÁN FELIZ FUI DESDE QUE ENCONTRÉ TU AMISTAD
Y TE LIBERÉ DE TUS PECADOS. SIEMPRE ME GUSTÓ OIR TUS ORACIONES, PIENSO EN TI
CADA DÍA… ASÍ QUE ANTONIO, ESTE ES JESÚS REPORTÁNDOSE”.
P.D.
Ahora, cada día, no podemos perder la oportunidad, dado que lo estamos pasando tan mal, tantas familias en Andalucía, de decirle a Jesús: Aquí estoy REPORTÁNDOME…
Ahora, cada día, no podemos perder la oportunidad, dado que lo estamos pasando tan mal, tantas familias en Andalucía, de decirle a Jesús: Aquí estoy REPORTÁNDOME…
Málaga 28 de noviembre del 2012
Antonio Hurtado Moya