Hace ya unos años, anduve de
vacaciones por Andalucía, y fui invitado a visitar una finca propiedad de un
amigo donde elaboraban unos jamones caseros muy afamados por toda la zona. Al pasar
por una de las pocilgas, me llamó la atención la magnífica y extraña raza de
una hembra que amamantaba a una camada de lechones. Por curiosidad, le pregunté
al hijo del patrón que me estaba atendiendo, ¿de qué raza eran esos cerdos? Son
de raza “Andaluza”, pero espere que llame a mi padre, que él le cuente cómo se
consigue esta raza.
Por la puerta de la cocina emergió Don
Alfredo, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente
asistido por un bastón de tres patas y me invitó a sentarme a la mesa del
porche donde reposaba un enorme botellón de vino de la tierra, ¿Ud., sabe cómo
se cazan los cerdos salvajes del monte? Me espetó el paisano sin más trámite,
mientras me serbia un vasito chato de ese sabroso vino. Bueno creo que los perros
los acorralan y con un fusil lo abaten, le contesté prudentemente, presintiendo
que la historia venia por otro lado y que el viejo sabia más que yo.
En este caso, no es así, me dijo don Alfredo
y prosiguió: Y cuando le diga cómo los cazos yo y como los “amanso”, Ud.,
entenderá porqué se los llama de raza “Andaluza” y si es un hombre inteligente,
podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué a los andaluces nos va como
nos va. En el fondo de la finca, detrás de aquel bosque de álamos y hasta la
orilla del rio, hay un monte agreste sin cultivar.
En ese monte abundan las manadas de cerdos
salvajes. Para cazarlos comienzo por buscar un claro sin maleza, donde tiro
unos puñados de maíz en el suelo. Cuando los cerdos lo descubren, van a comer
todos los días, y solo tengo que reponerles diariamente la ración. Una vez
acostumbrados, construyo una cerca en uno de los lados del claro y sigo
poniéndoles alimento. Durante unos días van a desconfiar, pero terminan por
volver. Entonces hago otra cerca formando una “L” con la anterior, y les sigo
poniendo comida hasta que de nuevo dejan de desconfiar y regresan a comer. Y
así sucesivamente, hasta que casi cierro los cuatro lados y solo dejo una
abertura para un portón.
Para entonces se han acostumbrado al
maíz fácil, le han perdido el miedo a las cercas y entran y salen casi con
naturalidad. Otro día coloco el portón, lo dejo abierto y sigo poniendo maíz,
hasta que encuentro a la piara comiendo, entonces cierro la puerta. Al
principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos.
Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil, ya que se olvidaron de
buscarlo por sí mismos, y aceptan la esclavitud.
Nosotros, los andaluces debemos darnos
cuenta que esta democracia progre, demagoga y sin futuro que tenemos; en los
Partidos Políticos, se procede de la misma manera que mi Amigo con los cerdos. Nos
tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayudas, planes sociales, empleos
públicos, cargos políticos, sueldazos y subvenciones, para liberados y
asesores, leyes proteccionistas, y sobornos electorales. Todo a costa del
sacrificio de las libertades que nos van confiscando migaja a migaja.
Y muchos Andaluces no se dan cuenta que no
existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más
barato que el que uno mismo hace. ¿Acaso no ven que toda esa maravillosa
“ayuda” que reparte el gobierno, lo hace con el dinero que el pueblo entrega
para bien administrarlo, y no para depredar las libertades y los bienes de la
gente que trabaja y que produce?.¿No se les pasa por la cabeza, que los
partidos políticos no son agencias de colocaciones?, con buenos sueldos, coches
oficiales o comilonas, los partidos políticos hay que tomárselo más en serio,
porque su misión primordial es trabajar para que el pueblo progrese.
Pero, ¿cómo se puede pasar de vivir de
un humilde sueldo, a querer vivir en un paraíso; el que piensa de esa forma, en
pocos segundos puede pasar habitúeselos convertirlo en un infierno? ¿Si soñamos
que al ser políticos, nos van a permitir derrochar dinero en suntuosos gastos y
a la vez se van a enriquecer? ¡Sigamos así, no más, y que Dios nos ayude cuando
nos cierren el portón! Mi amigo, apura de un trago lo que quedaba del cuarto
vasito, me saludó y se fue renqueando por la puerta de la cocina. Y yo, mareado
por el alcohol, y más aún, trastornado y apabullado por la verdad, tan
claramente expuesta de la vida pública, salude al hijo y me volví rumiando mi
mala leche por el polvoriento camino de regreso a casa.
¿AS PENSADO BIEN LO QUE HAS
VOTADO? ¡NOS ESTÁN CERRANDO EL PORTÓN!
Nalga 01 de Febrero del 2014
Antonio Hurtado Moya.